Articulo

Una tarde para soñar

Para colmo, la victoria esta jornada valia doble. El “pinchazo” del Villarreal en el Nuevo José Zorrilla y la victoria contundente del Atlético el sábado (con gol de otro valencianista., Ever Banega, para abrir el marcador) obligaban a los ché a “morder” desde el minuto uno. No obstante, el magnífico ambiente ue se respiraba en Mestalla se congeló momentáneamente cuando Escudé se elevó poderoso sobre la zaga local para rematar de fenomenal testarazo a la escuadra de César. Era el minuto ocho, y el Valencia tendría que remar con el marcador en contra el resto de la contienda.

Pero ayer había algo distinto en el ambiente. El llamamiento a la afición surtió efecto: el públio “apretó” como nunca, como hacía muchos partidos que no lo hacía. Concretamente, desde aquel duelo contra el Zaragoza hace casi un año, con el Valencia jugándose el descenso. Mestalla dio ayer una lección a todos los medradores de cómo hay que animar en un terreno de juego: siempre a favor de su equipo, y sin marrullerías ni artmañas antideportivas.

Unai Emery, que en el resto de facetas ganó la partida a Manolo Jiménez, sólo erró al introducir a Joaquín en el once inicial. Mientras en el banquillo Pablo Hernández barruntaba su suplencia (¿y quién no?), el de El Puerto de Sntamaría se estampaba una y otra vez con Navarro en su carril. No tuvo su día el gaditano.

Mucho se hablará en Sevilla esta jornada del arbitraje del “alemán” Bernardino González Vázquez. Estuvo mal, como suele ser tónica habitual en la Liga. Pero, quizá por la presión ambiental, quizá por intervención divina, en las dos jugadas clave… acertó. La falta de Adriano que significó su expulsión era innecesaria y al tobillo de Villa, y pese a que la roja directa fue demasiado rigurosa, la acción sí era merecedora claramente de amarilla… que hubiese sido la segunda del futbolista brasileño, yéndose a la ducha de cualquier modo. El penalti sobre Mata fue clarísimo. Y en el penalti de Fernando Navarro, la repetición no deja duda: mano voluntaria dentro del área. Y con el reglamento en la mano, debería haber mostrado la segunda amarilla también al carrilero nervionense.

Con todos estos condicionantes, el Valencia sólo tuvo que hacer lo que mejor sabe: robar la bola y correr. En apenas un par de accones se torció el panorama para el Sevilla: tras la expulsión de Adriano llegó el penalti sobre Mata, que David Villa se encargaba de transformar al filo del descanso. Tras pasar unos minutos de la segunda parte, Emery enmendó su error, retiró a Joaquín (quien, por cierto, tuvo un gesto bastante feo hacia el técnico) e introdujo a Pablo Hernández. El joven castellonense era la “chispa” que le faltaba al Valencia para rematar la faena: el asedio a la portería de Palop fue constante, pese a que el cancerbero valenciano fue el artífice de que su equipo estuviese “vivo” hasta la recta final del partido.

No obstante, tras el absurdo penalti de Navarro y el 2-1 de Mata, la fiesta era ya un hecho. Ni siquiera los tímidos arreones de orgullo hispalense en las postrimerías del partido pusieron nerviosos a los jugadores chés, que en otra buena combinación dejaron la bola en los pies de Pablo, que le hizo un lío a su marcador y fusiló a Palop. Tercer tanto, locura en Mestalla y jugadores hechos una “piña” (grandiosa la iniciativa de los lesionados y no convocados, que bajaron del palco a la banda mientras esperaban que acabase el encuentro).

Cuando el árbitro pitó el final, Mestalla exploto de júbilo. Son ya cuatro victorias consecutivas que nos han “lanzado” de cara a esta recta final de la Liga. La primera etapa del “Tourmalet” se completó de forma exitosa. El miércoles, toca refrendar las buenas sensaciones en Heliópolis.