Articulo

Una presentación marcada por la tragedia

La llegada de elValencianista.com al Camp de Mestalla se produjo pasadas las ocho de la tarde, cuando el cantante valenciano Leo Segarra entonaba los últimos acordes de su “Amunt!” ante un coliseo que poco a poco empezaba a llenarse. Los más madrugadores, casi todos familia numerosa, disfrutaban enseñando a los más pequeños los rincones del “viejo” Mestalla, que seguirá siendo la casa del Valencia por lo menos un par de temporadas más.

Minutos después, el míticos “speaker” Jose Manuel Parra empezó su habitual recital de cada verano. Uno a uno, todos los futbolistas de la primera plantilla empezaron a saltar al terreno de juego, entre sonoras ovaciones. Como siempre, lo mejor quedaba para el final. Pese a los rumores, pese a las habladurías, pese a las mentiras y desinformaciones… Parra presentó al “21” del Valencia, y Silva saltó a Mestalla con vítores y jaleos del personal. Inmediatamente, la frase más esperada: "Y con el número siete… David… el “Guaje”… Vi-lla, Vi-lla, Vi-lla", entonó el “speaker” con maestría. La grada enloqueció cuando el asturiano, cual estrella del rock, se unió en el centro del campo a sus compañeros. Fue la ovación de la noche… o casi. Porque, como viene siendo tradición, el último en saltar al césped fue el gran Españeta, momento en que Mestalla se vino abajo.

Durante el tiempo de calentamiento, el utillero tuvo tiempo de montar el paripé promocional con un doble de Barack Obama, mientras unos falsos agentes de seguridad vestidos de negro se encargaban de placar a falsos espontáneos que saltaron al césped con pancartas y anuncios. Conforme se alcanzaban las nueve y media, las piezas se alineaban, los jugadores se preparaban… y Ayza Gámez dio comienzo al partido.

Servidor estaba sentado en lo más alto de la tribuna central, cerca de las cabinas de radio, cuando conoció la noticia. Un mensaje al móvil de un compañero me hizo pensar, en un primer momento, que se trataba de una broma. Su rostro, serio, me confirmó lo peor: Dani Jarque había fallecido. En ese momento, más abajo se estaba jugando un Valencia-Arsenal… pero la mente de todos había dejado de prestar atención al partido.

No fui el único. La noticia se fue extendiendo como un reguero de pólvora por toda la grada. Primero por la zona de prensa, luego entre todos aquellos que llevaban sus radios pegadas a la oreja. Llegó el descanso con 0-0 en el marcador, y en el palco de autoridades la noticia ya había calado hondo entre los directivos valencianistas. Antes de la reanudación, Mestalla se puso en pie y guardó un respetuoso y sobrecogedor minuto de silencio en memoria del desaparecido futbolista del RCD Espanyol. En el marcador, una foto de Jarque y una sencilla leyenda: “En memoria de Daniel Jarque”. En momentos como esos, en la simplicidad está el verdadero significado de nuestros actos.

La segunda mitad fue entretenida, futbolísticamente hablando, y ni siquiera el penalti fallado por Villa hizo desfallecer a la grada. El premio acabó llegando con los goles de Míchel y de Villa, ya en tiempo de descuento. Los dos prefirieron no celebrar sus tantos, y en su lugar miraron a las alturas. Del mismo modo, cuando terminó el duelo, la plantilla se reunió en el centro del campo, se despidió entre aplausos de la grada y se marchó a vestuarios. El público, que debería haber disfrutado de una “traca final”, abandonó sus asientos con parsimonia y pocas ganas de hablar. Había previsto un colorido espectáculo de fuegos artificiales a la vez que una actuación musical, en homenaje al también desaparecido cantante Nino Bravo, como broche final a la velada. Nada de esto sucedió. El club así lo quiso. No era noche para fiestas.