Articulo

Con palmas y a lo loco

Son aspectos tácticos de cajón. Como las leyes más elementales de la Física, cuando algo sube, luego tiene que bajar. No obstante, parece que las instrucciones que Unai da a sus laterales les obliga a subir, subir, subir… y no bajar. Ayer Mathieu y Miguel ejecutaron la primera parte de la Ley Elemental, pero no la segunda. Así, los carriles del Valencia fueron una auténtica autopista para que los Pedro León, Gavilán, Manu y demás jugadores azulones la aprovechasen.

La cosa no empezó mal: partido frío, ambiente desangelado, un público no demasiado beligerante con el conjunto visitante… y, mediada la primera mitad, n golazo para poner por delante al Valencia. Joaquín, Silva y Villa triangularon en la línea de tres cuartos, siempre al primer toque, para que el “Guaje” la bajase con el pecho y fusilase a Ustaria. Parecía que el partido iba a empezar a romperse con la calidad y juego al pie de los de arriba. Poco podíamos imaginar que esta sería prácticamente la “única” acción del choque en la que los delanteros pudieron combinar.

Tampoco es de recibo que un equipo supuestamente trabajado encaje el gol del empate apenas un minuto después: saque de centro, balón largo por banda derecha que Joaquín no puede cerrar y Gavilán, que durante la carrera perdió la bota (tras consultarlo con los profesionales, nos confirman que la acción es válida), centró con la pierna izquierda para que Manu la empujase al fondo de la red. Y mientras, Miguel se cambiaba las botas en la banda. ¿Mala suerte? ¿Buenas estrategia de Míchel? De todo un poco.

Luego cayó el segundo tanto del Getafe, tras un error en el despeje de Mathieu. Moyà la sacó bajo palos, pero el balón había superado la línea de gol. Así se llegó al descanso: con un Getafe crecido, y los de Emery deambulando como almas en pena sobre el césped del Coliseum. La reanudación trajo más de lo mismo: los de Míchel se sentían cómodos con el marcador a favor, y el Valencia carecía de la consistencia necesaria para asustar a los azulones. El “chicharro” de Pedro León de falta directa sirvió para asegurar que los tres puntos se quedarían en el Alfonso Pérez.

Con el 3-1 se vieron realmente las carencias del equipo. Zigic, denostado por Unai durante tantos partidos, salió al campo para colocarse como referencia ofensiva. No tocó ni un sólo balón. Uno, que es bienpensado, puede creer que Emery aprovecharía al máximo los 202 centímetros del serbio para preparar jugadas en Paterna que expriman la altura de Nikola. No obstante, la realidad de cada entrenamiento dice lo contrario: ni un centro al área, ni un sólo balón fue en dirección a la cabeza del serbio. Lo que en Santander hacían de maravilla, Emery no lo pone en práctica. El resultado está ahí: trece goles en media temporada en tierras cántabras, y la desesperación más absoluta por no tener contacto con el balón ayer en tierras madrileñas.

La imagen del partido la resume David Villa, un tío ganador que no pudo más que patear con rabia el poste de Ustari tras fallar una ocasión clarísima. Porque el “Guaje” tuvo, de cabeza, la posibilidad de anotar el segundo y mantener viva la esperanza de puntuar. Villa pateó con rabia el palo de la portería rival porque ayer se hartó a correr (igual que hizo Banega, por ejemplo), y el resto del equipo, con su entrenador al frente, no acompañó. Emery lo achacó a una “falta de intensidad” en el equipo. Villa, que no es tonto, sabe que los problemas son mucho mayores.