Como quitarle un caramelo a un niño

En Can Barça bien podrían empezar a descorchar el champán. No es para menos. El ejercicio futbolístico por parte del Valencia puede dar lugar a muchas lecturas. La primera, que si este equipo era uno de los pocos que podían hacer sombra al Barcelona, el entorno culé debe de estar frotándose las manos vista las perspectivas de goleada histórica contra el Real Madrid en siete días. Y la segunda, que el Valencia salió goleado contra un Barça que jugó al sesenta por ciento de su nivel. Sin forzar la máquina, lo del Barça ayer fue como quitarle un caramelo a un niño.

Regístrate y opina. ¿Crees que se dieron demasiadas facilidades al Barça? ¿Está el Valencia en condiciones de competir?

Mientras que Joaquín Ballesta señala en Las Provincias (“Guión cumplido en el Camp Nou”) que “el Valencia hizo lo que pudo. No se le puede exigir más, dadas las circunstancias”, en Superdeporte (“Severo correctivo del líder a los blanquinegros (4-0)”) apuntan como clave que “ni la ventaja en el marcador aplaca al Barcelona, que arrancó la reanudación con la voracidad que le caracteriza para evitar que el Valencia se metiera en el partido”.

Ayer se vio la diferencia entre un campeón y un aspirante a serlo. Entre una plantilla profunda y con recursos, y un equipo que cuando las cosas vienen mal dadas pasa a ser vulgar y sin alternativas. Entre una máquina de hacer fútbol que tiene suplentes de lujo como Hleb o Bojan, frente a Maduro actuando como central de circunstancias porque Emery sabe que, ayer, a Iván Helguera le hubieran hecho llorar de impotencia los delanteros blaugranas. El Valencia no pudo hacer más. Es lo que hay.

No obstante, sí pudimos ver varias cosas que apuntan a la reflexión. Por ejemplo, que el Barça jugase paseando casi todo el partido, y consiguiera hacer cuatro goles. O que Renan estuviese horrendo en el primer gol (pudo haber despejado la vaselina de Henry) y en el segundo (el francés le batió con un tiro centrado, cuando el guardameta ya se había tirado al suelo). Las paradas que realizó a posteriori evitaron una goleada escandalosa, pero fueron realizadas cuando el equipo había bajados los brazos y no había posibilidad de remontar.

Llamativo también fue el bajón de Albelda y Baraja en la segunda mitad. La edad no perdona, y sólo el poderío físico de Manuel Fernandes evitó el total descalabro de la medular. Emery, en este aspecto, también fue culpable de no reaccionar a tiempo. Joaquín completó una actuación infame, y el técnico no lo sustituyó hasta los últimos minutos pese a tener a un jugador hambriento de minutos como es Pablo Hernández en la recámara. Los cambios, demasiado tarde.

Cualquier aficionado al fútbol que viese al Valencia ayer por vez primera este año a través de laSexta se llevaría una tremenda desilusión. Pensaría que este Valencia no da para más. Por eso la sensación de impotencia es doble: este equipo tiene mimbres para presentar más batalla. Para pelear de tú a tú al Barcelona. Pero Emery erró en su planteamiento, la defensa era de circunstancias y el día no fue propicio. Cuatro a cero, y con un extraño olor a vulgaridad flotando en el ambiente. Afortunadamente, Silva está a un paso de volver, bien ante el Espanyol, bien ante el Madrid en el Bernabéu. Y con el canario en sus filas, cualquier equipo es de todo menos vulgar.