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"Dia V": Seguimiento a David Villa

Ya desde la llegada del Valencia a estadio gijonés la gente se volcó con el de Tuilla, agasajándolo desde el primer instante. Villa aprovechó para saludar a amigos y familiares, entre los cuales estaban Mel, su padre; y su representante, Jose Luis Tamargo. Nada más saltar a calentar, todos los jugadores del Valencia fueron silbados (Mata, de pasado ovetense, con especial ahínco)… menos el “Guaje”, claro.

Justo antes del pitido inicial, Villa recibió una placa conmemorativa de la peña “Ultra Boys” del Sporting (arriba, en la imagen), que aceptó con una sonrisa pero que enseguida entregó a uno de los miembros del departamento de comunicación del Valencia. El “Guaje” no quería más distracciones. Su objetivo: hacer un buen partido y que el Valencia se llevase los tres puntos.

No obstante, a lo largo del partido se le notó algo ausente. Seguro que con demasiadas emociones encontradas, Villa tuvo menos presencia de la habitual en la delantera valencianista. Sin embargo, su calidad seguía intacta: dejada de cabeza para Silva, y gol. 0-1. El “Guaje” ni siquiera hizo amago de celebrarlo. Mientras Silva se abrazaba con sus compañeros, David marchó con calma hacia el centro del campo.

Algo parecido sucedió con el penalti. Villa se encargó de agarrar la pelota y colocarla en el punto fatídico. Miró a Lafuente, bajó la mirada y disparó fuerte y seco a su izquierda. 1-2. De nuevo, ni atisbo de alegría. Seguro que se trató del gol más difícil de conseguir en toda su carrera.

La jugada incomprensible, y que da buena muestra del rompecabezas mental del “Guaje”, sucedió en el minuto 18 de la segunda mitad. Tras un error de Sastre en defensa, Villa se encontró frente a frente con el portero del Sporting. Un mano a mano en el que David, en condiciones normales, hubiese encontrado infinidad de soluciones para alojar el balón en la portería. En este caso… Villa cedió el balón hacia atrás, pensando que era su compañero Silva. El balón fue a parar a pies de un defensa gijonés. Un error imperdonable, producto de su falta de concentración… pero que no deja de ser lógico.

Hubiese sido mucho más dramático de no ser por el definitivo 2-3 marcado por Mata. “Juanín” si celebró con rabia su tanto: su pasado en el Oviedo se lo pedía a gritos. De nuevo, Villa permaneció en segundo plano, y pocos minutos después Fernández Borbalán dio por concluido el choque. El Molinón, pese a la derrota, se vino arriba. Tocaba despedir con una estruendosa ovación al hijo pródigo, que se marchó con semblante emocionado del césped gijonés.

Tras el partido, el “Guaje” fue el tercer entrenador. Tras las comparecencias de Emery y Preciado en sala de prensa, le tocó el turno a Villa: “Es un orgullo todo lo que me ha pasado este fin de semana, ni en sueños me había imaginado nada como lo de ayer”, aseguró el futbolista al término de un encuentro en el que regaló las dos camisetas que usó, “la de la primera parte a José Ángel y la de la segunda a Barral”. Sin embargo, luego admitió que había regalado… ¡hasta siete camisetas! Algo normal, teniendo en cuenta que se trata del “7 del Valencia” y del “7 de España”.

Villa reconoció que había estado “menos nervioso de lo previsto” y que para evitar que los nervios fueran en aumento “ni siquiera miraba a la grada” en la que estaban sus padres. “Seguro que estaban más nerviosos que yo porque era la primera vez que me veían en El Molinón con una camiseta que no fuera la del Sporting”, dijo.

Por último, el delantero hizo bueno el refrán que dice eso de que “es de bien nacido ser agradecido” al desear toda la suerte del mundo al Sporting de aquí a final de temporada: “Espero que esta derrota no pase factura al Sporting y que gane todos los partidos que quedan”. Palabras que demuestran que Villa es un fenómeno como jugador, y también como persona. Incluso en el partido más difícil de toda su carrera.