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No soy fan de la comida recalentada. Eso de meter un plato de arroz, por ejemplo, en el microondas, esperar unos minutos y sacarlo, humeante, con ese vapor rezumando de la paella, para luego posarlo sobre la mesa y esperar a que se enfríe... No me gusta. Mis preferencias culinarias van por otros derroteros, al igual que sucede con mis preferencias futbolísticas. Como sucede con el plato de paella recalentado, he preferido esperar un tiempo prudencial para abordar lo visto ayer en Mestalla... porque ayer servidor también echaba humo. Y, volviendo al simil, lo visto ante el Atlético se asemejó bastante a la comida recalentada, que ya has probado con anterioridad y cuyo sabor, sinceramente, empieza a aburrir... y a hastiar.

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Al igual que un soltero tiene días "perezosos" y decide comer de microondas, lo visto ayer me pedía también un ejercicio de mezquindad supina: "reciclar" la crónica ante el Sporting de hace una semana, cambiando apenas un par de detalles y nombres propios. ¿Acaso no son validas frases como "Emery nunca se ha distinguido por sus dotes de estratega, pero esta jornada ha vuelto a recibir un golpe en su línea de flotación gracias a su cabezonería en muchos aspectos, y a su falta de recursos en el resto de ocasiones" para definir lo visto ayer? ¿Ó "el cúlmen del despropósito llegó minutos después, cuando Banega salía del césped ante el asombro de los presentes"? Pues eso. Sólo que ayer, la salida de Banega provocó asombro... y luego, indignación y una pitada monumental de Mestalla.

No obstante, al contrario que el entrenador del Valencia, servidor no busca la salida fácil a los problemas. Tampoco lo hace la afición, que ayer protagonizó gran parte de la rueda de prensa de Unaicuando el técnico destacó en numerosas ocasiones que la gente había "estado volcada con el equipo"... en lugar de referirse a los muchos fallos de su plantilla. Cualquiera que se marchase ayer de Mestalla, con un enfado monumental, tendría derecho a sentirse indignado ante un técnico que repitió varias veces que el Valencia había hecho "un gran partido". No hace falta añadir nada más.

Hoy por hoy, Emery ha perdido el norte. Su entramado táctico tiene la profundidad de una pisada en la playa. Parece mentira que todavía no se haya dado cuenta que Banega es, actualmente, el único que consigue mover al equipo. Nuevamente, error monumental a la hora de sustituirlo: los últimos diez minutos el Atlético se hizo con el dominio del balón, cuando justamente ése era el momento en que el Valencia debería haberlo "escondido". Esta vez la justificación no fue una supuesta lesión, sino el cansancio... Tal cual. No hay que pedirle peras al olmo, igual que no hay que pedirle a Maduro que esté acertado en el mediocentro cuando, pese a ser su demarcación natural, nunca ha jugado con Emery en esa posición por la cabezonería del vasco. Es como la entrada al campo de Zigic el pasado miércoles ante el Getafe: tarde, mal, a la desesperada, sin ninguna confianza en sus posibilidades y sin rastro de criterio por parte del técnico.

Por cosas como estas, Emery no tiene a día de hoy la autoridad suficiente dentro de un vestuario tan complicado como el del Valencia. Por cosas como estas, Emery no está en disposición de dar "banquillazo" a un par de jugadores, sobre todo en la parte de atrás, que están cuajando actuaciones más que deficientes. Por cosas como estas, los cuatro de arriba (ayer, Villa y Pablo estuvieron enormes) acaban desquiciados, con la lengua fuera y ladeando la cabeza de un lado y otro a la conclusión del partido. Porque todo el trabajo en noventa minutos se tira por la borda a la hora de cerrar, o más bien no saber cerrar, el partido. Ante un Atlético desdibujado, el Valencia regaló nuevamente dos puntos. Y la gente empieza a hartarse. Sobretodo, si el técnico sigue sin rectificar y prosigue con su discurso simplista y poco autocrítico.

Ayer Mestalla despidió al equipo con la primera pitada de la temporada... y todos los ojos y dedos señalan ya al inquilino en el banquillo blanquinegro. En su mano está reconducir esta situación. Porque "dando jabón" a la afición no conseguirá su indulto: aquí, como en cualquier empresa, mandan los resultados.