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Segunda parte imperdonable... y adiós Copa

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La Copa es historia para un Valencia que despreció la competición y menospreció la capacidad de reacción de su rival. Unai no sabe todavía lo que es ganar a Lotina en los tres enfrentamientos que llevan esta temporada. Opina sobre esta crónica.

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Hay tantas y tantas aristas y aspectos que deberían tratarse sobre el choque de Riazor, que nada de lo que aquí se escriba será suficiente para reflejar la indignación que muchos valencianistas sienten en esta fría y ventosa mañana de jueves. Lo intentaremos, de todas formas, renunciando a escribir una crónica al uso: preferimos ir directos al grano.

1. Una alineación surrealista. Muchos lo pensaron al conocer el once inicial que Emery había dispuesto ante el Deportivo. ¿No dice Unai que Marchena es, para él, mediocentro? Pues a jugar de central junto a Navarro, vilipendiando por el camino a Dealbert (el de Benlloch vio el partido desde la grada). ¿Que la afición reclama que Zigic juegue más? Pues Emery puso al serbio en el partido menos propicio, con todos los condicionantes para que fracasara en su empresa. ¿Que hay que usar a los mejores y más en forma? Titulares Vicente, Fernandes y Domínguez, los tres sin estar al 100% físico y cuya gasolina se agotó en los primeros minutos de la segunda mitad. Incomprensible.

2. El serbio pone en evidencia al entrenador. Cosas del fútbol: el Valencia se fue al descanso 0-2. Los dos goles de Nikola Zigic, uno de los ídolos de la grada que se empeña, cada vez que dispone de oportunidades, en dejar en pañales a su técnico. Unai no quiere a Zigic, pero Nikola siempre cumple: dos cabezazos certeros a centros de Miguel, y eliminatoria remontada. La alineación copera no suponía "tirar" el torneo del KO, pero sí demostraba que el entrenador tenía otras prioridades que quizá le supongan renovar con mayor seguridad (la Liga, por ejemplo). Zigic, y por extensión el resto del equipo, puso la cosa tan "a huevo" que era difícil no pasar a cuartos...

3. Lotina 3 - 0 Emery. Por tercera vez en un mes, Miguel Ángel Lotina demostró una mayor capacidad de lectura sobre lo que ocurría sobre el césped. En esto, la veteranía es un grado. Ocurre de forma similar con las partituras musicales: algunos pianistas las tocan; otros, los más cualificados, las interpretan y hacen mejores. En Riazor ocurrió lo mismo: Lotina usó el tiempo de descanso para aclarar conceptos (con un equipo, recordemos, con siete bajas), buscar los puntos débiles del Valencia (la banda de Miguel) y actuar en consecuencia, adelantando la defensa y las líneas de presión, y dando a Filipe Luis la clara consigna de percutir lo máximo por ese costado. El brasileño cumplió con creces las órdenes del técnico, que volvió a comerle la tostada a Unai. En el fútbol hay dos tipos de técnicos: los proactivos y los reactivos. Emery es de los segundos, siempre, y además algo lento para reaccionar en condiciones. Lotina, en cambio, sabe moverse entre ambos modelos como pez en el agua.

4. Una lamentable falta de actitud. Eso es lo que vimos en algunos de los futbolistas del Valencia en la segunda mitad. Quizá se salven un par, como Zigic o Domínguez (que estuvo bien en su debut como titular, pero que acabó pidiendo glucosa en la banda, absolutamente desfondado), pero el resto... Quizá el entrenador tuviese que pegar un par de gritos, o anticipar algún cambio para aquellos que iban arrastrándo la lengua. Pero el ridículo de la segunda mitad es, al 90%, responsabilidad de los futbolistas. Lo de Miguel clama al cielo, y hace bueno aquello de "capaz de lo mejor y lo peor". El luso dio cuatro asistencias de gol, dos a los de blanco, dos a los blanquiazules. Para hacérselo mirar...

5. ¿Cambios? ¿Hola? Otra de las consecuencias de aquello del entrenador proactivo y reactivo: las sustituciones. Con 1-2 en el marcador, y viendo que la actitud de sus jugadores era lamentable, el técnico debería haber movido ficha. Metido el miedo en el cuerpo al rival sacando a su mejor jugador (Villa), por ejemplo. Lo mismo, pero multiplicado a la enésima potencia, ocurrió al encajar el 2-2. Con el Valencia KO en la Copa... ¿por qué esperar once interminables minutos para sacar al Guaje al campo? Son circunstancias que uno, por muchos partidos que vea, nunca entenderá en la vida...

Al final la cara de imbécil que se le quedó a los aficionados ayer es de aúpa, y por mucho debate que haya la explicación nunca dejará satisfecho a todo el mundo. Sin embargo, la teoría más próxima es esta: el Depor salió dormido, Unai sacó un once de "a ver qué pasa", te vas al descanso clasificado para cuartos, Lotina mueve ficha, el entrenador del Valencia no lo hace, los jugadores se relajan y te vuelves a casita eliminado. Plausible, cortita y al pie. O dicho de otra manera, y parafraseando a Valencia y Che: "Unai gana cuando quiere perder, y pierde cuando quiere ganar".

Y triste, muy triste. Como triste es el consuelo: con Liga y Europa League por delante, los objetivos están mucho más definidos. Terminar tercero o cuarto en la primera y llegar lejos en la segunda tienen premio deportivo y económico... ergo la continuidad del técnico pueden depender de ello. Quizá ese fuese el plan después de todo. Al final, todo depende de las expectativas: el Barça fue eliminado tras hacer un partidazo y morir en el área del Sevilla; los ché cayeron tras un ridículo espantoso en Riazor. Los aficionados culés esperaban lo mejor de su equipo... y lo tuvieron, pese a la eliminación. Los del Valencia esperaban que su equipo diese la cara... y se la partieron. Mismas expectativas, diferente actitud. Esa es la diferencia.