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Trámites que valen la Champions

Resultado corto, pocas ocasiones, bajón físico en la segunda mitad... Todos los síntomas del clásico "trámite" en Mestalla que, pese a todo, otorga tres puntos vitales para asegurar la tercera plaza. Opina sobre esta crónica.

Mestalla es un estadio peculiar. Algo tiene el coliseo blanquinegro que a los aficionados enerva, cabrea o directamente enloquece. Dicen que la memoria en el fútbol no existe, que "hoy estás arriba y mañana abajo" y demás frases hechas. Pero a veces, sólo a veces, el público se pasa de exigente. "Apretar" al equipo es sano si se sabe hacer en su justa medida. Si te quedas corto, la mediocridad campa a sus anchas. Si te pasas, te conviertes en el Pizjuán. O en el Bernabéu. ¡Dios nos libre!

Los pitos en algunos tramos del segundo tiempo fueron injustos con el equipo y con el entrenador. A estas alturas de la película, debería haber pocos abonados que no sepan lo que les espera al acudir a un Valencia-Málaga, en pleno mes de marzo y con el equipo todavía compitiendo en dos torneos. Porque a la gente se le olvida que el Valencia de los títulos se cimentaba en veladas insulsas como la de ayer, ante rivales de menor entidad y guardando fuerzas para batallas más exigentes, como la del Calderón en apenas siete días. En escaramuzas de poca importancia, al equipo le sobra y le basta con su pegada en ataque y una recién descubierta seriedad en todas sus líneas.

A estas alturas de la película es casi tan importante dosificar esfuerzos como no fallar en envites como el de esta jornada. Los rivales por la Champions tropiezan mientras los tuyos hacen camino. Lástima que la plantilla salga a lesión muscular por partido, como sucedió con Miguel. La plaga de lesiones no da tregua. Tampoco Villa, que pese a no estar del todo atinado cara a portería en las últimas jornadas, su "hat-trick" en Europa le ha dado alas para recuperar su mejor versión en un momento vital de la temporada. En un partido de pocas ocasiones de gol, tener a este tío en tu equipo es toda una garantía.

Entre ocasiones aisladas (casi todas en la portería de Munúa), "sustos" como los de Miguel y Villa, el "run-run" de la grada durante el segundo tiempo y el habitual picante que los árbitros le ponen a los duelos en territorio blanquinegro (terrible error al anular el gol de Silva por una falta inexistente de Banega), la noche transcurrió plácida para la mayoría, con regusto de poca ambición para los revolucionarios. La victoria aplacó a los pocos que siempre quieren al equipo al 110%. Hay que saber nadar y guardar la ropa. Zaragoza es otra buena plaza para hacerlo, dado que la renta sobre los perseguidores cada vez es más amplia. Y luego ganar por goleada al Atlético. Los pitos, entonces, pasarán a mejor vida.