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Zigic remató un trabajo bien hecho

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El Valencia al fín demostró fuera de casa la personalidad que le llevó a ser el visitante más temido de la primera vuelta; la entrada de Zigic sirvió para aprovechar el gran partido de los interiores Vicente y Joaquín. Opina sobre esta crónica.

Un equipo irreconocible. Acostumbrados a trastablillar a domicilio, de batacazo en batacazo, nadie hubiese dicho que ayer el equipo que jugó vestido de negro y naranja en Cornellà fue el mismo que tropezó en el Bernabéu, se hundió en Son Moix o fue ridiculizado en la Romareda. La conclusión es lógica: a falta de Nuevo Mestalla, el Valencia debería debutar en un estadio distinto cada semana.

Bromas a un lado, lo cierto es que el partido del Valencia en Barcelona deja a todos con un gran sabor de boca. Más allá del marcador, las sensaciones fueron más que positivas. Seriedad, contundencia, oficio. El dibujo del 4-3-3, con variaciones a un 4-1-4-1, funcionó a la hora de taponar la salida de balón del Espanyol, desactivando una de las armas del conjunto perico y logrando que César fuese un privilegiado espectador de la contienda.

Con la mitad del trabajo hecho, tocaba al menos meterle el miedo en el cuerpo a los espanyolistas. Las condiciones no eran propicias: los blanquiazules todavía no habían perdido en casa en esta segunda vuelta. Tras superar el primer cuarto de hora de presión periquita, el Valencia terminó muy entero este primer acto y se fue a vestuarios con el partido controlado. Sólo hacía falta abrir la lata.

Y entonces llegó el punto de inflexión. La clave de la victoria, el principal argumento para llevarse los tres puntos de Cornellà, llegó por una decisión valiente de Unai Emery. Villa, un crack, un fuera de serie, un delantero de talla mundial, es humano. Y tiene días malos, como todo hijo de vecino. Antes, no obstante, el asturiano tenía carta blanca para agotar los minutos sobre el césped aunque no tuviese su día. Esta vez, Unai lo retiró pronto y con lógica: delantero por delantero, de perfíl distinto y con buenos precedentes ante el Espanyol de Pochettino. Y Nikola, fiable como él sólo, no falló.

Zigic es un activo que el cuerpo técnico debería cultivar un poquito más. Intachable trabajador, abnegado a más no poder a calentar banquillo en la era Emery, el serbio juega cada minuto sobre un terreno de juego como si fuese el último. Y si combinas sus 202 centímetros de altura con dos futbolistas con un toque privilegiado, como Vicente y Joaquín, el resultado siempre será positivo. Aunque los goles acaben llegando con los pies, que Zigic también sabe utilizar más que de sobra. Todos contentos: doblete para Nikola, refuerzo moral para el equipo, tercera plaza practicamente en el bolsillo... y la satisfacción de Unai, consciente quizá de que, en ocasiones, rectificar a tiempo puede significar más que tres puntos.