Articulo

Albiol paga los platos rotos

La presentación transcurría por los cauces habituales en los actos madridistas: mucha expectación, palabras evangelizadoras de Florentino y la revelación del dorsal que portará el nuevo futbolista blanco. No obstante, algo extraño flotaba en el ambiente. Algo, sin duda, relacionado con las declaraciones de Raúl Albiol en los últimos días, en las que ha reconocido en infinidad de ocasiones que el se siente “valenciano y valencianista” pese a que desde el 1 de julio defienda los colores del Real Madrid. Una honestidad y una fidelidad hacia un sentimiento que, por lo visto, no ha gustado a un sector de la afición merengue.

¿Su solución? Obligarle a besar el escudo. Y “obligación” es el único término que puede definir a varios miles de personas gritando a pleno pulmón a un futbolista “¡Besa el escudo!” en plena presentación. Un acto absolutamente demencial y que no cabe dentro de un punto de vista racional. Albiol, con motivo, se negó a hacerlo… hasta que los propios directivos le dieron un “toque”. Di Stefano le urgió a hiciese caso para así aplacar los ánimos de los aficionados, Florentino le echó una mirada asesina, y Jose Manuel Otero Lastres le dijo a la oreja que besase el escudo de una puñetera vez. Y Albiol, que por fuera sonreía y se hacía el despistado pero que por dentro estaría pasando un mal trago, deshizo el entuerto con un rápido movimiento. Y el Bernabéu sonrió complacido y henchido de satisfacción. La demostración de poder hacia los paletos de provincias ya estaba hecha.

He estado en varias presentaciones de futbolistas, y he visto decenas por televisión. En ellas, son los futbolistas los que tratan de agradar a sus nuevos aficionados, los que hacen toques con el balón para enseñar sus habilidades, los que firman autógrafos… y los que besan el escudo. Por propia voluntad, porque cree que así se ganarán el favor de la plebe o porque piensan que es una manera de agradecer al club su fichaje. Pero siempre, hasta ayer, la iniciativa había partido del futbolista. Jamás había visto semejante atropello hacia los sentimientos y forma de pensar de un jugador.

Y es que alguien tiene que pagar los platos rotos. En plena “guerra fría” entre Real Madrid y Valencia CF, la enemistad entre ambas aficiones es más evidente que nunca. Y mientras en la capital de España los madridistas rabiaban por no haberse podido salir con la suya en el “caso Villa”, ambos clubes llegaron rápidamente a un acuerdo para el traspaso de Albiol. Manuel Llorente lo tiene claro: es la diferencia entre negociar (caso Albiol), y que te intenten tomar el pelo, como sucedió con el delantero asturiano. Pero en Madrid, especialmente desde los medios de comunicación afínes a Florentino, no olvidarán la afrenta tan fácilmente. Y dada la facilidad con la que la prensa consigue manipular a las masas, lo ocurrido ayer en el Santiago Bernabéu no es más que la consecuencia lógica de las montañas de detritus en forma de periódico que llevan publicándose en las última semanas.

No obstante, cabe preguntarse si realmente lo de besar el escudo significa tanto. Nunca se ha visto a una afición pedírselo a un jugador: al contrario, todos los ejemplos de jugadores besando el emblema de su club han sido a iniciativa propia y voluntaria del futbolista. Cuestión de “marketing”, que dirían los que saben. Ejemplo práctico: David Villa. El delantero siempre ha declarado sentirse “asturiano y del Sporting”, y cuando ha besado el escudo del Valencia lo ha hecho por propia voluntad. Ayer se sentó un peligroso precedente, en el que unos aficionados obligaron a la fuerza a que un jugador besase el “huevo frito” bajo amenaza de tumulto en la grada. Y Albiol, valenciano y valencianista pero profesional ante todo, accedió a regañadientes para no causar problemas.

Apuesto a que Cristiano Ronaldo no pone ningún reparo en besarse el escudo el próximo lunes. Del mismo modo que me jugaría una paella a que los tropecientosmil aficionados que pueblen el Bernabéu tampoco se lo pedirán con tanta vehemencia. Ayer se trataba de demostrar quién tenía los “huevos fritos” más grandes, y a eso, como a tantas y tantas otras cosas de moralidad cuestionable, a los merengues no les gana nadie…

Dedico las últimas líneas a Raúl Albiol: ¡Chori, no cambies nunca! Lo de ayer te dignificó todavía más como futbolista, como persona… y como valencianista de corazón, mal que les pese a algunos. A tí nunca te hará falta besar el escudo para que los aficionados y la prensa lo sepamos.