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A medio gas

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Ambos equipos adolecieron de falta de ideas y resolución en ataque; el duelo se decantó a favor de los valencianistas debido a su mayor pegada. Opina sobre esta crónica.

No engañaremos a nadie: el partido, dicho de modo suave, fue un auténtico "peñazo". Típico, por otra parte, de lo que muchos recordábamos en los partidos del domingo a las cinco de la tarde, un horario que no gusta a las nuevas generaciones de valencianistas pese a ser tradicionalmente "la hora del fútbol". Hacía año y medio que un partido no se disputaba en Mestalla con esos condicionantes... y la grada lo notó. Con poquito más de media entrada, Mestalla es menos Mestalla.

Pese a todo, los que acudieron al coliseo de la Avenida de Suecia esperaban pasar un rato entretenido entre "monas" y longanizas de Pascua. No obstante, no sería el juego desplegado por ambos conjuntos lo que mantendría la atención de los presentes, sino esos rasgos característicos de los duelos ligueros en casa. Otra lesión muscular (Dealbert), por ejemplo. Las palmas de Unai. Los fallos de los delanteros de Osasuna. Las paradas de César. Los goles de Villa. Vamos, lo de siempre.

Seguramente Camacho siga dándole vueltas a la derrota de su equipo ante un Valencia laxo y blandito, más preocupado de que no hubiese más lesionados antes de enfrentarse al Atlético que de estar "a la faena". Destacaron Fernandes y Maduro, "kaisers" de la zaga muy a su pesar; y el tesón de Jordi Alba, aunque sus lagunas tácticas evidencias que, efectivamente, el chico es extremo y no lateral.

Más cositas: Joaquín marcó un golazo para reivindicarse; Villa anotó dos tantos en los últimos minutos para marcharse a casa contento y feliz, todavía inmerso en la pelea por el Pichichi. La alegría del asturiano era parecida a la de los seguidores valencianistas, que se tragaron un "tostón" infumable pero que terminó con victoria para los suyos. Y Santas Pascuas.