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Un Valencia igual... pero distinto

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El Valencia mostró ayer las señas de identidad que Emery ha instaurado, para bien o para mal, en los últimos dos años; el equipo, no obstante, también posee otras cualidades que han ido desarrollándose a lo largo de esta temporada. Opina sobre esta crónica.

Objetivo alcanzado. El Valencia estará el año que viene en la máxima competición europea. La presencia en Liga de Campeones se aseguró tras un partido "made in Mestalla", con todas las señas y rasgos de identidad que el equipo ha venido mostrando a lo largo de esta campaña como local. En la primera vuelta, se jugaba bien al futbol (muy bien, incluso) en los choques como local... pero, casi siempre, el guión se torcía y los puntos volaban sin freno del coliseo blanquinegro. En esta segunda vuelta se ha dejado a un lado el fútbol preciosista, pero la efectividad ha sido monumental: sólo un empate ante el Racing. El resto, victorias inapelables.

El triunfo ante el Xerez tuvo todos los ingredientes del fútbol que hemos visto, a lo largo de estas dos temporadas, con Emery en el banquillo blanquinegro. Sus señas de identidad son marcadas y evidentes: primera línea de presión, interiores que conjugan el juego abierto con banda y las diagonales hacia el centro del ataque, laterales muy ofensivos pero capaces de defender su parcela, y defensas y pivotes encargados de hacer la cobertura a cualquier hueco que pueda abrirse. Detalles que ya pudimos adivinar en agosto de 2008, cuando se ganó en la ida de la Supercopa al Real Madrid en Mestalla.

Si bien es cierto que la filosofía de Unai se ha mantenido intacta, no debemos olvidar que la ejecución de ese ideario ha sufrido mutaciones importantes a lo largo de todo este tiempo. Quizá por las decepciones que Emery ha sufrido con algunos futbolistas, quizás porque se ha dado cuenta de que algunos de sus ideales no podían llegar a buen puerto sin modificarse, este Valencia ha cambiado poco a poco a lo largo de esta campaña. Zigic ya no es sólo carne de banquillo, y el serbio se ha ganado con el sudor de su frente las oportunidades de las que dispone. Baraja sigue siendo útil, pese a que en la mente del técnico el "Pipo" fuese un cero a la izquierda durante muchos meses. Vicente vuelve a sentirse futbolista. Y Jordi Alba sigue creciendo tácticamente como lateral, aunque su verdadera posición sea la de interior zurdo.

Y, lo más importante, los "bajitos" se saben humanos. Mortales. Prescindibles, incluso. Es una decisión que se debería haber tomado mucho antes, pero que finalmente Emery se ha atrevido a ejecutar: el "jarabe de banquillo" no siempre es negativo. Un ejemplo paradigmático: Juan Mata. Extraordinario futbolista, mejor persona, pero absolutamente "fundido" en la segunda mitad de la temporada. Eso sí, cuando el cuerpo técnico le preguntaba, él se declaraba en forma y listo para jugar. El burgalés no pisó el césped el pasado fín de semana en Cornellà. Ayer, fue titular y cuajó un gran partido, desbordando, encarando, participando. Los dos goles son sólo la guinda al pastel.

Saber dosificar, rotar las piezas, tener a dieciocho o veinte jugadores motivados y con posibilidades de jugar, todas son habilidades que añoramos en un técnico del Valencia CF. Y parece que Unai Emery, sin renunciar a su filosofía, poco a poco va dándose cuenta de que ese es el camino al éxito. De cara a la temporada que viene, con algunas ausencias ilustres en el ataque (porque todos no seguirán), el estilo que Benítez hizo bueno a principios de década será el que el vasco deba llevar a cabo para lograr ser un equipo a tener en cuenta en la máxima competición europea. La Champions League. Qué bonito suena, ¿verdad?