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Arranque de casta para la esperanza

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Con diez futbolistas, el Valencia dominó y arrasó durante el segundo tiempo a un Werder muy conservador pese a la superioridad numérica; este arranque de pundonor hace a los ché albergar esperanzas para el choque de vuelta. Opina sobre esta crónica.

Es difícil analizar un partido como el vivido ayer sin tener en cuenta el factor arbitral. Otra vez. Y van unas cuantas, tanto en Liga como en Europa. Está visto y comprobado que el respeto de los colegiados a los jugadores del Valencia está bajo mínimos: varios años fuera de la élite continental dejan a los ché desamparados ante el estamento arbitral. Ni el club, ni la afición, tienen peso sobre las decisiones de los trencillas a la hora de pitar en Mestalla. Está claro que habrá que inventarse una conspiración similar a la del Villarato para que empiecen a tomarnos en serio.

Martin Atkinson improvisó sobre la marcha un supuesto penalti propio de mentes etílicas o bajo efectos alucinógenos. Tan etéreo como el dominio valencianista a lo largo de los primeros minutos de partido, practicamente inexistente. El tanto de Frings, al menos, sirvió para despertar a la bestia de su letargo: durante diez minutos, Wiese y sus defensas parecían la defensa de una equipo de balonmano, rechazando ocasiones "in extremis" y logrando que el marcador se mantuviese favorable a sus intereses.

Quedó claro que Villa no pasa por su mejor momento, y que Mata y Silva acusan el cansancio en un tramo de la temporada vital. Así se alcanzó el tiempo de descanso, con bronca en la grada ante la labor del árbitro inglés, cuyo trote sospechoso concuerda con la teoría de servidor de que los árbitros, como las cervezas, vienen en pack de seis para "llenar más" los agradecidos estómagos de la UEFA.

De nuevo el Valencia marchó raudo camino a la portería teutona en el arreón inicial del segundo tiempo, con un sorprendente pero efectivo Jordi Alba actuando como lateral izquierdo. Emery estuvo intachable con dos de las tres sustituciones, dado que la entrada del catalán y de Joaquín dotaron de mayor llegada y profundidad por banda a un Valencia que empezó a apretar de lo lindo a partir del minuto diez de la reanudación. Quizá la marcha de Villa, obligada por lesión, hubiese servido para ver a Zigic en los últimos minutos, pero la entrada de Baraja también se demostró efectiva en los instantes finales del choque.

Antes de eso, en tres minutos locos, Banega había sido expulsado por una agresión "fantasma" que sólo el linier pudo apreciar (no hubo repetición para la televisión), e instantes después una gran internada de Pablo por la derecha acabó con un remate de Silva a bocajarro, rechace en área pequeña y empujoncito final de Mata para llevar el delirio a la grada. La eliminatoria, pese a Atkinson, sigue abierta.