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El malo de la película se escapa vivo

Al contrario que los "malos" del cine, el acuerdo alcanzado entre el Valencia y Soler por la torre del Antiguo Mestalla sirve para que el expresidente no tenga su merecido. Opina sobre esta columna.

El pasado viernes, el Valencia hacía oficial en un comunicado que había recomprado al expresidente Juan Soler la parcela R1 del solar del Antiguo de Mestalla. Sí, la famosa "torre" que Soler, en sus inicios en la presidencia, prometió adquirir a 90 millones de euros en caso de no encontrar comprador. En aquellos tiempos de desparrame y jolgorio económico-inmobiliario, su brindis al sol sirvió para contentar a las masas y enardecer a los palmeros. Años después, con el club sumido en la mayor crisis de su historia, muchos recuerdan con sorna aquella bravata.

Básicamente, la operación ha supuesto que el malo de la película se vaya "de rositas". Soler pagó en su día 13,5 millones del primer plazo de la torre; en marzo de 2010 tenía que hacer frente a otro pagaré de 26 millones de euros, y más adelante pagar hasta el último euro de los noventa millones prometidos. Lástima que su empresa, la constructora Urbanas de Levante, esté en el paso previo a solicitar el concurso de acreedores voluntario. Si esto hubiese sucedido, con la parcela comprada por la empresa, el administrador concursal podría haber decidido incluirla dentro de los bienes a liquidar, dejando al Valencia compuesto, sin los noventa millones y sin la posibilidad de vender el solar del Antiguo Mestalla en su integridad.

Así, el tío que ha llevado a la ruina al Valencia se ha escapado casi indemne del aprieto. Soler ha recibido de vuelta los 13,5 millones que puso, se le ha perdonado el pagaré que vencía en marzo y también, a cambio de recobrar la parcela R1 a nombre del Valencia, se ha librado de tener que abonar los otros 41 millones de euros. Y los dirigentes del Valencia han alcanzado este acuerdo, con gran pesar, porque era el menor de los males.

Lo ocurrido nos deja varias conclusiones. Uno: Soler, al fín, parece que esta vez sí, ha pasado a la historia del Valencia. Sí, posee el 3,7% accionarial, pero es una cantidad ínfima e incapaz de hacer daño de nuevo. Dos: sus defensores, palmeros que han llevado el discurso del "Soler fue el único que los puso y que abonó dinero de su bolsillo" se han quedado en pelotas. Igual que el Guadiana viene y va, Soler los puso y los ha vuelto a recuperar en su integridad. El mérito de esta maniobra es inexistente. Y tres: la quiebra de sus empresas tiene a Soler con la soga al cuello, pero a fín y al cabo se trata de su negocio familiar. Sin embargo, el club de Mestalla no es propiedad de nadie, y tendrá que penar y pagar durante años por la incompetencia de este señor. Repetimos: un tío que ha dejado al club con un estadio a medio hacer y con una deuda de más de 550 millones de euros.

Si esto fuese una película, hace muchas escenas que el malo tendría que haber recibido su merecido. Y eso que no hemos entrado a valorar su papel en el sainete del pasado verano, con Dalport, Víctor Vicente Bravo y la madre que los trajo al mundo a todos. Por desgracia, esto es el mundo real, y el único castigo que Juan Soler tendrá será vivir con la carga de conciencia de haber estado a un paso de hacer desaparecer a un club con noventa años de historia. Un castigo, a entender de muchos, demasiado suave.