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Atraco en la Cueva de Alí Babá, el otro "clásico" de la semana

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El poder establecido no puede permitir dos tropiezos consecutivos del principal animador de la Liga, que a día de hoy es el Real Madrid; el Valencia debe rebelarse contra la desfachatez de Pérez Lasa y sus compinches, artífices del triunfo merengue ante los ches. Opina sobre la crónica.

"Hay tres Ligas: la del Barça, la del Madrid y la de resto". Cualquier aficionado madridista de bien, educado y leído, debería reflexionar después de que Albelda suelte una bomba como esta. Todos saben cúal es la competición del Barça: una Liga en la cual el fútbol de alta escuela provoca, de manera habitual, goleadas de escándalo ante las cuales a veces sólo queda el consuelo de disfrutar de tan bello espectáculo. Juegan condenadamente bien a la pelotita. La del resto, obviamente, es la competición "normal", una lucha de dieciocho equipos por dos puestos de Champions, otro par de Europa League y por evitar el descenso al pozo de Segunda.

Pero esa "Liga del Madrid" que Albelda denunció ayer es, en su misma esencia, la caracterización del fracaso del enésimo macroproyecto millonario de Florentino Pérez. Condenado a ser una comparsa del mejor Barcelona de la historia. Incapaz de aspirar siquiera a igualar el fútbol practicado a los de Guardiola. Humillados el pasado lunes en el "clásico" del Camp Nou, cuando el mundo entero presenció la mayor exhibición de fútbol vista en muchos años contra un equipo de juguete. Ante este panorama, sólo queda el habitual derecho de pernada en relación al estamento arbitral: la clásica, histórica, empírica y cansina "mano blanca" que desde tiempos inmemoriales sale al rescate cuando más hace falta. Y aún así, sólo les da para ser segundos.

El cuento de nunca acabar se repitió en el Bernabéu y mantuvo las constantes de la última década, en la cual el Valencia CF pasó de ser un equipete simpático a un enemigo feroz, desde que allá por el año 2002 un tal Rafa Benítez y su ejército pretoriano tuviese por costumbre tocar las narices a Florentino y entorno afín, más preocupado por conceptos como "imagen de marca" o "impacto económico" que por lo que sucedía sobre el terreno de juego.

Aquel Valencia era un equipo, dicho en lenguaje llano, tocapelotas a más no poder: un entrenador poco conocido pero sobrado de personalidad; jugadores emblemáticos, valencianos y con mucho carácter; un sistema de juego odioso para los rivales, que aborrecían las dos fechas al año en la que debían enfrentarse "al puto Valencia"; y oficio, profesionalidad, disciplina y rigor en cantidades industriales. La fórmula de la Coca-Cola, trasladada al ciento cinco por setenta.

De aquellos tiempos, cuando Valencia entera clamaba justicia ante las tropelías cometidas en las visitas de los ches a la Cueva de Alí Babá (emplazamiento también conocido como Estadio Santiago Bernabéu), ha quedado instaurada una bonita tradición que se cumple anualmente. En caso de que el Madrid sea superior y gane en buena lid, el trencilla del encuentro pasará desapercibido. En caso de que el Madrid pase apuros, el árbitro se encargará de minar poco a poco la resistencia del Valencia. En caso de que el triunfo del Madrid corra serio peligro, toca actuar de manera más contundente.

Ayer, uno de los jugadores con más experiencia de la Liga española fue expulsado por doble amarilla. Ninguna de las dos amonestaciones fue justa, del mismo modo que el resto de cartulinas con las que el árbitro minó a fuego lento al conjunto valenciano eran sospechosamente livianas en comparación con algún patadón merengue que quedaba impune. En ningún caso Pérez Lasa vio su pulso temblar a la hora de ejecutar al Valencia en el Bernabéu. Es más, el pulso se mantuvo firme y sereno a la hora de redactar el acta del choque, incendiaria y desproporcionada en comparación con lo que otro de los interfectos adscritos al estamento arbitral, Iturralde González, escribió sobre el combo de patadón y manotazos de Sergio Ramos el lunes pasado. En aquel caso se escondió la mierda bajo la alfombra; en esta ocasión, Pérez Lasa creó por cuenta propia el destrozo y se encargó de que pringase a la mayor cantidad de elementos posibles.

Si bien es cierto que prensa, aficionados y los propios jugadores valencianistas iban al Bernabéu sobre aviso, no deja de ser indignante, injusto y motivo de rabia y desesperación. A lo largo de la semana se ha tildado a los profesionales de la información que siguen al conjunto che de "paletos" y "acomplejados", con una ligereza tal que uno se pregunta si los que han proferido estos insultos saben de su significado. Principalmente, porque es complicado aprender vocabulario cuando pasas las veinticuatro horas al día realizando felaciones informativas a un entrenador al que faltó enseñarle educación y modales en la escuela; a unos jugadores que tienen el pozo de la soberbia a rebosar; y a una entidad deportiva que es la antípoda de lo que don Santiago Bernabéu trató de instaurar hace cincuenta años.

¿Ejemplos de lo anterior? Jose Mourinho, el único técnico de Primera División al que no le sale de las narices tener un gesto de cortesía con el entrenador visitante, y decide llevar a cabo su rueda de prensa post-partido en primer lugar. Pepe, un jugador violento, amparado en la sobreprotección de la que goza dentro del estamento arbitral, que de no ser futbolista se quedaría en matón de barrio a secas y que demostró, con gestos como el que tuvo con Roberto Soldado, que se le caen de la cabeza las bellotas con una facilidad pasmosa. O el trato informativo que se ha dado durante toda la semana al partido ante el Valencia, con desprecios y descalificativos constantes, tanto del propio club como de su prensa onanística afín, hacia los medios de comunicación de la ciudad de Valencia.

Para combatir todo esto, agachar la cabeza es la opción menos recomendable. Oír hablar al presidente, a Albelda, a Joaquín, sirvió anoche como pequeño consuelo. No todo está perdido. Ese espíritu guerrero, inconformista, cansado del maltrato permanente y sonrojante del que roba para conseguir lo que no está a su alcance por sus propios medios, es el que debe guiar al Valencia hacia el futuro. Sólo así se limarán las diferencias entre las diferentes "Ligas". Sólo así se podría optar a repetir hazañas como las de 2002 o 2004. Ante un Barça sideral, intachable en lo futbolístico y que cada día gana más adeptos, el Madrid se aferra desesperadamente a mangutas como Pérez Lasa para seguir a duras penas metido en la carrera por el título. Para su desgracia, está condenado a ser el animador de la Liga, término despectivo con el que Valdano suele referirse de cuándo en cuándo al Valencia. Eso es así. Y si por denunciarlo nos exponemos a que nos llamen "paletos", que así sea.

Paletos, quizá, pero honrados.