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Intrahistoria: Ni Emery ni Baraja estuvieron en la despedida de Angulo

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Estuvieron los que quisieron estar. Ni más, ni menos. El acto de despedida de Angulo fue el más multitudinario que se ha vivido jamás en la Ciudad Deportiva de Paterna. Uno se pregunta qué habría pasado de haberse hecho las cosas bien. De despedir al futbolista más laureado de la historia del club (nada menos que siete títulos en catorce años) donde se merecía, en el Camp de Mestalla, con el público en pie y Miguel Ángel Angulo en el centro del terreno de juego. Puede que nunca lo sepamos, aunque es cierto que el club ha intentado "maquillar" en los últimos días una situación que ha dejado "tocada" la imagen de ambas partes. Ni siquiera el brillo de la insignia de oro y brillantes que Llorente entregó ayer a Angulo logra cambiar lo irreparable: ni el jugador ni el club se han portado de forma señorial con la otra parte.

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Uno de los que peor lo ha pasado estas semanas, al margen del propio futbolista, ha sido el presidente del Valencia, Manuel Llorente. Su relación con Angulo siempre ha sido excelente: de hecho, fue Llorente el que recogió al asturiano en el aeropuerto de Manises para trasladarlo a la Ciudad Deportiva de Paterna, hace ya casi quince años. Ayer Angulo llegó a ese mismo lugar acompañado de su representante, un Jose Luis Tamargo que ayer dejó a un lado sus ansias de "forrarse" con comisiones para estar al lado de su futbolista; la mujer de Angulo, Nuria, y su hijo, el pequeño Miguel. La comitiva llegó con un poco de retraso, pasadas las 20:30 horas, a Paterna. No obstante, se retrasó todavía más el inicio de la comparecencia pública dado que todavía el entrenamiento no había terminado... y los que eran hasta hace una semana compañeros del de Avilés no querían faltar a su despedida.

El acto estuvo presentado por el director de comunicación, Damià Vidagany, y fue Manuel Llorente el encargado de "romper el hielo" recordando cómo Angulo llegó al Valencia con 17 años y lo primero que hizo fue "comerse una bandeja entera de pollo". Escuchándolo todo, en una sala de prensa hasta los topes, estaban Pablo, Alexis, Albelda, Vicente, Joaquín, David Navarro, Joaquín, Dealbert, Bruno, César, Banega, Asier del Horno... También asistieron el vicepresidente, Javier Gómez, el consejero Fernando Gómez, el presidente de la Asociación de Futbolistas, Fernando Giner, y el delegado Voro González.

Uno de los que peor lo pasaron fue Bernardo España, "Espanyeta". El utillero de la plantilla, historia viva del Valencia, hizo entrega a Angulo de un cuadro con imágenes de las temporadas que el asturiano ha vivido en el club. Espanyeta no pudo reprimir las lágrimas; tampoco la mujer del futbolista ni Tamargo. Angulo, eso sí, aguantó el tirón con estoicidad. Era su momento de despedirse. Sin preguntas, por respeto a su nuevo club. Luego, momento para la foto: Llorente y Angulo ya habían limado asperezas previamente, pero con la entrega de la insignia de oro y brillantes se acabó de limpiar de forma más o menos correcta una mancha grave en el historial de la entidad. Más vale tarde que nunca.

Los aplausos finales dejaron paso a la charla, a las sonrisas, a los abrazos y a las despedidas. Desde luego, dos ausencias llamaron la atención... aunque no sorprendieron. Rubén Baraja, sin ir más lejos, no se dejó ver: nada más terminar el entrenamiento, se marchó a su domicilio. La relación entre ambos llevaba varios años sin ser buena, y sus diferencias ya se habían hecho notorias tras el "affaire Koeman" y que Baraja declarase que el asturiano no había tenido "cojones" de decir nombres a la hora de acusar a algunos compañeros de haberse vendido a Juan Soler. Aquellos rompió definitivamente la relación entre ambos. Baraja fue consecuente y no hizo acto de presencia. Quizá fue mejor así.

Más reprochable fue la forma de proceder de Unai Emery. Algunos dirán que, de haber asistido al acto, se le hubiese tildado de hipócrita. Es posible, sí. Pero siempre será mejor eso que dejar una imagen de cobardía más que cuestionable. El entrenador del Valencia, responsable directo de que Angulo fuese apartado este verano hasta forzar su salida, salió escopetado en dirección a su despacho nada más concluir el entrenamiento. Allí permaneció encerrado, trabajando en teoría, hasta que el acto terminó. Ya entrada la noche, Emery se marchó de Paterna... y al bajar las escaleras, se encontró con un corrillo inesperado: Angulo, su mujer, Tamargo y Albelda. El técnico pasó de largo sin siquiera dirigirles la mirada. Instantes después, Juan Carlos Carcedo también salió de las oficinas, y acudió directamente al futbolista para darle la mano y deserle lo mejor en su nueva etapa.

No pasa de ser una anécdota, pero demuestra que quizá el técnico del Valencia debería replantearse que detalles como estos no refuerzan de ninguna manera su imagen en el vestuario. Angulo, ante todo, merece un respeto como persona y como profesional... y eso que no es precisamente santo de la devoción de quien esto escribe. Y en todo este enmarañado asunto, Emery ha sido el único que ni ha dado la talla en un principio, ni ha intentado arreglar lo estropeado.