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Se escaparon vivos

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En uno de los pocos partidos de la temporada en los cuales el Valencia fue superior a un rival importante durante los noventa minutos, el marcador no tradujo el repaso que se producía sobre el césped; gran planteamiento, timorata gestión del partido en el segundo tiempo del técnico. Opina sobre esta crónica.

El Valencia despidió el año 2010 ofreciendo un buen partido a su afición. Y esto, por desgracia, se convierte en noticia de manera forzosa teniendo en cuenta la espiral decadente en lo que respecta al fútbol del equipo en las últimas semanas. Ante el Villarreal, todos pusieron sobre el tapete sus mejores cualidades: el entrenador, con un planteamiento que sorprendió (de nuevo) a Garrido; los jugadores, haciendo buena la pizarra con entrega, lucha, sacrificio y muchos kilómetros para tapar a los "jugones" amarillos; y la afición, empujando para doblegar a uno de los rivales más odiados por estos lares.

Y aún con todo, el Villarreal se escapó vivo. Muchos darán el mérito, con justicia, al buen partido del Valencia, pero uno se pregunta si acaso no fue el de Mestalla el peor partido del "submarino" en lo que llevamos de temporada. Los de Garrido no dieron una a derechas, imprecisos en el toque, con las luces apagadas a la hora de conectar con sus delanteros. Nilmar y Rossi, abnegados, esperaban con parsimonia que les llegase alguna pelota medio decente. Sólo sucedió una vez... pero allí estaba Guaita para arreglar el desaguisado y sacar un mano a mano portentoso ante Nilmar.

Garrido, también desactivado en la banda, vio el panorama. Oteó el horizonte y no le gustó ver a un Valencia dominador con los suyos. Pero también cayó en la cuenta de que, puestos en el peor de los casos, los che eran incapaces de llegar a perforar la meta de Juan Carlos. Pablo en un mano a mano, y Mata con un disparo al poste, fueron los más incisivos. Cambio de planes: en la segunda mitad, Garrido plegó velas. El empate a nada le valía en una noche nefasta para los suyos.

Sin embargo, a la grada de Mestalla no le valía. Quería premio. Quería goles. El equipo tendría que haberse ido con todo, visto que tenía a la presa herida y a punto de caramelo. Pero, una vez más, los cambios decepcionaron. Cambios de taller: bujía por bujía, correa por correa, rueda por rueda. Joaquín por Pablo. Soldado por Aduriz. Mala decisión: la entrada de piezas de refresco sin modificar el dibujo ni la intencionalidad ofensiva, lejos de mejorar al equipo, lo empeoró. Se perdió el "punch". Los últimos minutos, con un Villarreal comodísimo pese a no poseer la pelota, fue un suplicio para los que esperan un Valencia ganador... porque no tuvieron otra que conformarse con un Valencia empatador.

Conformismo. Un mal que se extiende por la capital del Turia como un gris nubarrón. Se escaparon vivos. Garrido, menos "subidito" que de costumbre, respiró aliviado. La vuelta en El Madrigal dictará sentencia.