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Mestalla acaba "chamuscada" de tanto jugar con fuego

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Ganar partidos en casa ante equipos de medio pelo era lo normal; hacerlo tras jugar partidos muy malos, algo peligroso; y darte un batacazo contra un equipo trabajador como Osasuna, tras completar los peores 45 minutos de la temporada, algo que mucha gente se veía venir. Opina sobre esta crónica.

Recuerdo como si fuera ayer uno de los primeros partidos que me tocó cubrir en Mestalla: una fresca noche de marzo en la que un descompuesto Celta visitó Mestalla con necesidad de ganar. Como local, el Valencia de Quique Sánchez Flores. Tras un partido infame, los che se impusieron 1-0 con el "run-run" de la grada como tónica predominante. El partido acabó con una tímida pitada: no había ganas ni de criticar al equipo por tan lamentable espectáculo. Aquel partido, abominable, se me quedó grabado por una pequeña pancarta en la zona de Gol Xicotet: >, rezaba. Concisa, concreta y dando en el clavo.

Luego, llegó Koeman al club valencianista e hizo bueno a antecesores como Quique, y a sucesores como Unai. Aparte de llenarse los bolsillos, el holandés hizo saltar por los aires la capacidad crítica y de análisis de una masa social que, tras ver peligrosamente cerca la Segunda División, se echó en brazos del primero que pasó con el pavoroso pensamiento en sus cabezas de que "con Koeman estaríamos peor".

Tres temporadas después, Emery insiste en cometer los mismo errores una y otra vez, como un disco rayado que se queda "clavado" en la primera canción. Y la gente empieza a hartarse. Como un volcán en permanente erupción, un par de partidos más como el de ayer pueden hacer que la falla empiece a arder. Porque la gente está muy quemada. Chamuscada absolutamente. Los aficionados, tras una segunda mitad terrorífica, se marchó echando humo de Mestalla. Por desgracia, no parece haber un extintor a mano para este problema.

Por no hacer demasiado larga la reflexión, ahí van varios apuntes en versión telegráfica. El equipo cada vez juega peor. Previamente, sólo la calidad individual de los futbolistas ha hecho que no se metiese la pata ante más equipos, pero lo visto ante Osasuna y Zaragoza es lo que debería ocurrir si la lógica se impone. Los rivales tienen cogida la medida al Valencia. Los planteamientos desde el banquillo, válidos, se desmontan increíblemente tras el descanso. El fondo físico de la plantilla es preocupante. Algunos futbolistas están fuera de forma y juegan por decreto. Y a otros, como Dealbert, se les hace el vacío para luego soltarlos a los perros en plazas como Old Trafford (el castelllonense salió más o menos bien parado) o en posiciones rocambolescas, como hacerle jugar ayer en el puesto de pivote defensivo.

En una noche que debería haber sido plácida a poco que todos se hubiesen puesto las pilas, la velada acabó con sonido de viento en nuestros oídos. No será la última vez. La falla terminará ardiendo, salvo golpe de timón inesperado. Porque hay que decirlo claro: a estas alturas, pocos esperan que el presidente rectifique la situación. Mucho menos el entrenador. Es lo que hay.