Articulo

Dalport Experience

Prensa y aficionados se hacen la misma pregunta. Y no, no es esa de “¿¡Es que no podemos tener un verano normal!?” Ahora mismo, el hombre más buscado responde al nombre de Víctor Vicente Bravo. Un argentino, presidente de una empresa con sede social en Montevideo, que afirma estar en el Registro Mercantil de Uruguay (algo que la prensa se ha encargado de desmentir horas después) y que se ha hecho, gracias al “trío de las SSS” (Soler, Soriano y Silla), con el 50,3% del Valencia Club de Fútbol SAD.

Un hombre que lleva posponiendo su tan esperada rueda de prensa pública ya más de una semana… y del que incluso se dice que perteneció a los servicios secretos de su país. Eso sí, según Vicente Rubio (quien afirma haber sido intermediario en esta operación), se trata de un hombre con “muchísimo dinero”. Y al final, eso es lo que cuenta, ¿verdad?

Lo reconozco: me he levantado con ganas de “guerra” este jueves. Y confieso, desde este humilde rincón virtual, que llevo dos semanas alucinando. “Flipando en colores”, como diría aquel. El surrealismo se ha apoderado de la ciudad, como en las pesadillas nocturnas que los adolescentes sufren tras haber consumido demasiada pizza en la cena. No me entra en la cabeza que, con los precedentes que en nuestra ciudad se han vivido en el Levante Unión Deportiva, con contratos engañosos, ventas de paquetes accionariales por un euro, intermediarios procedentes de la España más profunda que se pueda imaginar y con la constante sensación de que te están tomando el pelo… ahora la historia se repita, pero magnificada y aumentada diez veces, en el Valencia CF. No lo entiendo.

Los López Lara, Serna, Carmona y Rabade de entonces han pasado a llamarse Víctor Vicente Bravo, Francisco Manuel Gómez, Vicente Rubio y Manuel Ortuño. Aquellos afirmaban ser poseedores de varios millones de euros gracias a sus actividades inmobiliarias; estos dicen formar parte de un “holding” financiero y estar dispuestos a meter 500 “kilos” en el Valencia. Mismos perros, distintos collares.

Y luego está Soriano. Un hombre con claras tendencias masoquistas, a raíz de lo que se está viendo estos días. Vicente Soriano salió a la palestra hace diez días a dar la cara por Dalport… y desde ese momento, los hechos y los acontecimientos se la han “partido” ya varias veces. Tampoco me parece lógico que el expresidente se inmole política y socialmente de esta manera. ¿Qué pretende, que le prendan fuego a su casa? Soriano cree ciegamente en el proyecto de Dalport, y ha respaldado tanto individual como accionarialmente a este grupo inversor. Sin embargo, la falta de garantías, los infames bonos de la Ford Motor Company firmados por un señor que pasó 30 meses a la sombra por fraude, y un largo etcétera de incongruencias me hacen pensar que quizá, sólo quizá… a Soriano también se la están “clavando”. Y con él, a Juan Soler y a Vicente Silla.

Eso sí, ocurra lo que ocurra, el daño ya está hecho. La ampliación de capital ha nacido “capada”, dada la incertidumbre que se vive estos días en la ciudad. Los aficionados temen comprar acciones con tanta inestabilidad. Mientras Dalport continúa con sus tejemanejes en la sombra, las dos facciones ya han puesto sus cartas sobre la mesa: a un lado los creyentes, al otro los escépticos. A un lado los palmeros de Juan Soler, que defienden a capa y espada a esta empresa pese a no haber puesto ni un duro sobre la mesa, ni tan siquiera un documento oficial. Al otro, una gran cantidad de medios de comunicación que llevan rastreando, con la ayuda desinteresada de la afición valencianista, la pista de Dalport por todo el mundo… y a los que no les gusta nada lo que se están encontrando.

Cuando te dejas un filete de bacalao fuera de la nevera un par de semanas, el olor que desprende al cabo del tiempo es… sospechoso. Así nos hemos sentido algunos desde el primer día con Inversiones Dalport S.A. Ojo, y con una ganas terribles de equivocarnos y de que al final este empresa muestre su solvencia. Pero en estos días de incertidumbre, lo mejor es ser práctico. Y lo más práctico para Dalport sería llegar y, uno a uno, poner sobre la mesa todos los billetes que afirman van a invertir en el Valencia. De hacerlo, lo que hoy son sospechas y reticencias pasarían a ser vítores y muestras de confianza. No queremos otro Valencia Experience. No queremos más misterios ni pistas que llevan a callejones sin salida. Queremos soluciones. Y sobre todo, queremos la verdad. Después del “pollo” monumental que han montado este verano, es lo mínimo que debemos exigir.